Título: La última mentira
Autora: Kimberly Belle
Editorial: Versatil
Nº de páginas: 344
Punto de venta: aquí
Sinopsis:
La vida de Will e Iris es perfecta: tienen una casa preciosa en un buen barrio de Atlanta, brillantes trayectorias profesionales y disfrutan de la emoción de estar intentando tener su primer hijo. Pero una mañana, su idílica existencia se viene abajo. Alguien de Liberty Airlines comunica a Iris que su marido era uno de los pasajeros del vuelo 23 con rumbo a Seattle, que acaba de estrellarse en un accidente aéreo sin supervivientes. Sin embargo, Will le había dicho que tenía que volar a Orlando en viaje de negocios A pesar de su confusión y desconsuelo, Iris está convencida de que todo es un enorme malentendido. Pero las horas pasan y sigue sin recibir ninguna señal de Will, así que tiene que acabar aceptando, con el corazón destrozado, que su marido ha muerto. Aun así, necesita respuesta.
Autora:
El hogar es donde está la computadora portátil. Crecí en el este de Tennessee, en una pequeña ciudad situada en las estribaciones de los Apalaches. En aquel entonces no podía encontrar una onza de belleza en las crestas azules y verdes valles y arroyos rugiendo, no podía encontrar una onza de atractivo en las carreteras de los países sinuosos. Yo era esclava de mi vagabundeo. El verano después de la escuela secundaria, huí a Atlanta para asistir al Agnes Scott College, una pequeña escuela de artes liberales para mujeres y una parada en boxes de cuatro años en mi búsqueda para ver el mundo. Fue en Atlanta que conocí al holandés, que me llevó a los Países Bajos. Lo que significaba ser una estancia de seis meses se convirtió en doce años fríos pero fabulosos, durante los cuales comencé a revisar los países en mi lista de ver. Dos décadas después, todavía no los he visto todos. Vivir en el extranjero me cambió de maneras que no puedo contar, y aunque no tengo el pasaporte para demostrarlo, estoy en mi corazón y alma medio holandés. Conozco la cultura, hablo el idioma como un nativo, amo ese país como el mío. Hace diez años, el holandés y yo volvimos a Atlanta con nuestros dos hijos, pero cada vez que lo consigo, subo un avión a Ámsterdam, por lo que puedo pegarme los pies en suelo arenoso holandés. Y por supuesto, donde quiera que vaya, el portátil también viaja.
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